Resolución sobre la situación internacional

Aprobada por el VIIIº Congreso del Partido Obrero


I – La Crisis Mundial


 


1. El punto de partida para el análisis de la situación internacional es la caracterización de la crisis capitalista tomada en su conjunto.


 


El PO ha caracterizado que la crisis mundial es una categoría histórica específica que se refiere al momento en que la descomposición del capitalismo como sistema mundial adquiere la forma de crisis políticas, de crisis revolucionarias y que engloba, en un proceso único, a la burocracia de los estados obreros degenerados, ya previamente integrada a la economía mundial.


 


La base de esta crisis mundial es la incapacidad histórica del capitalismo para contrarrestar la tendencia declinante de la tasa de beneficio.


 


El estancamiento de la producción o su crecimiento meramente vegetativo; el desempleo masivo; el agravamiento de las tensiones comerciales y monetarias entre las grandes potencias; el retroceso sin precedentes en las condiciones vida de las masas; la quiebra de grandes grupos económicos; la bancarrota de México y las advertencias de los inminentes derrumbes de Brasil, de México, de las bolsas del SE de Asia y de Wall Street, y de una "tormenta monetaria" en Europa; la incapacidad del capital para darle una salida a los regímenes burocráticos que emprendieron el camino de la restauración; la emergencia de guerras como la yugoslava; la catástrofe africana; el hundimiento de regímenes (Bélgica); la emergencia de grandes movimientos huelguísticos y reivindicativos de masas, e incluso de levantamientos de masas de características revolucionarias (Yugoslavia), son distintas manifestaciones del proceso único de la crisis mundial.


 


2. La caracterización de que enfrentamos una crisis capitalista de una envergadura histórica excepcional es, sin embargo, una opinión muy minoritaria. Para la inmensa mayoría de las corrientes del pensamiento incluidas las de la izquierda, la etapa no sería de crisis sino de ascenso, de florecimiento y de fortalecimiento del capitalismo, como consecuencia de la llamada globalización.


 


El punto de partida de esta llamada globalización es la circulación mundial (a una velocidad aterradora y prácticamente sin limitaciones) de una masa de capital financiero que no guarda ninguna relación con las necesidades de la producción y el comercio mundiales. Su segundo punto de apoyo es la masiva exportación de capital, que ha llevado al copamiento de la tercera parte de los medios de producción mundiales (y una proporción infinitamente mayor de las exportaciones mundiales) por un puñado de pulpos imperialistas.


 


Esta globalización sería la obra y a la vez habría creado a una nueva clase social, la llamada burguesía mundial (las "empresas transnacionales"), esencialmente distintade las burguesías clásicas, porque, a diferencia de éstas y como consecuencia de operar en todo el planeta, se habría liberado de sus intereses nacionales.


 


Como consecuencia de la internacionalización productiva, de la aparición de la "burguesía mundial" y de la supuesta pérdida de relevancia de los estados nacionales frente a los flujos mundiales de mercancías y capitales, se registraría una tendencia a la superación de las rivalidades nacionales. Al mismo tiempo, se plantearía también la caducidad de la lucha reivindicativa de las masas, porque los estados nacionales (debilitados) ya no podrían arbitrar, como en el pasado, entre la burguesía ahora mundial y las clases obreras de los diferentes países.


 


En resumen, se plantearía la perspectiva de un desarrollo pacífico y progresivo del capitalismo que, gracias a la globalización, habría logrado superar dos de sus contradicciones mortales e insuperables: la existencia de clases sociales antagónicas y su lucha, y las rivalidades entre los estados nacionales.


 


3. La llamada globalización (que no alcanza el status de teoría) es una mistificación, una cobertura ideológica cuya función es ocultar la agudización de la competencia y de la anarquía capitalistas y la violentísima fragmentación y descomposición social provocadas por el agravamiento de la crisis. Para la izquierda desmoralizada y la burocracia sindical, la mistificación globalizadora es una justificación ad hoc de su política de abandono de la lucha de clases y de su integración al Estado y al orden imperialista.


 


La enorme circulación mundial de capital financiero y la exportación de capitales no son nuevos (son rasgos inherentes al imperialismo, caracterizados por Lenin hace 80 años) y son recursos que utilizó el capital para escapar a la crisis que se perfilaba a mediados de la década del 70. La sistemática expansión monetaria y del crédito, y el crecimiento de las deudas públicas (con el objeto de expandir la acumulación del capital más allá de los límites que le imponían sus propias leyes), fueron el origen de la hipertrofia financiera que hoy recorre los mercados mundiales. El crecimiento de la exportación de capital también fue otro recurso para superar la crisis, mediante la superexplotación de la mano de obra y los recursos de los países atrasados.


 


Ni uno ni otro recursos han logrado superar la crisis; al contrario, la agravaron. La creación de una enorme masa de capital ficticio exige la creación de beneficios reales para evitar su desvalorización. En consecuencia, el progreso de la acumulación del capital financiero torna más acuciante la contradicción entre la masa de capital acumulado y la masa de plusvalía que el capitalismo logra arrancarle a la clase obrera en las actuales condiciones sociales y políticas, y por lo tanto, torna más aguda la tendencia a la desvalorización de esos capitales. El temor a su violenta desvalorización por una crisis súbita (Wall Street 87 / México) es un factor de enorme inestabilidad monetaria y financiera mundial.


 


La exportación de capital potenció la sobreproducción mundial y reforzó la tendencia a la deflación mundial, al estancamiento productivo y a la quiebra en las grandes potencias.


 


Este tembladeral económico y financiero está en la base de las crisis políticas, que en forma más o menos sistemática, atenazan a los regímenes políticos de todos los países, llevando incluso a situaciones revolucionarias como la que se presenta en Bélgica.


 


4. La llamada globalización no ha llevado a la unificación del mundo, sino a un agravamiento sin precedentes de las desigualdades sociales, de la opresión nacional y del parasitismo propios de la época imperialista.


La agudización de la polarización social y el retroceso sin precedentes en las condiciones de vida de las masas son presentados como la consecuencia natural de una supuesta revolución tecnológica, y no como el resultado de la tendencia, inherente al capital a la creación de un ejército industrial de reserva, a la superexplotación del trabajo y a la búsqueda de la reconstitución de la tasa de beneficio, mediante la combinación de la última palabra de la técnica con las formas más atrasadas y bárbaras de explotación.


 


5. La crisis capitalista ha provocado una internacionalización sin precedentes del proceso social de la producción, al mismo tiempo que una enorme concentración del capital (propiedad). El manejo de la economía mundial está concentrado en las manos de unos pocos pulpos originarios de las potencias imperialistas. En consecuencia, la crisis ha provocado un notable agravamiento de la contradicción entre el carácter cada vez más internacional de las fuerzas productivas y el estrechamiento de la base nacional del capital. La agudización de la competencia entre pulpos con distinta base nacional no lleva al condominio mundial, sino a la preeminencia del más fuerte.


Como una necesidad de esta competencia, la crisis capitalista ha provocado un fortalecimiento sin precedentes de los Estados nacionales, mediante su entrelazamiento más profundo con el capital, con el objetivo de impulsar más convenientemente los intereses del capital del propio país.


 


Los salvatajes de grandes bancos y grupos económicos; los subsidios a los capitalistas; las leyes fiscales que promueven la sistemática expropiación de las masas trabajadoras en beneficio del gran capital; la privatización de los sistemas jubilatorios, de salud, de educación, y la imposición de leyes flexibilizadoras mediante la acción despótica del Estado, están revelando esta tendencia al fortalecimiento del Estado como consecuencia de la crisis.


6. Como consecuencia de la agudización de la concurrencia entre pulpos de distinta base nacional, y del fortalecimiento de los estados, la crisis capitalista agravó la opresión nacional sobre los países atrasados y la tendencia a los choques estatales entre las grandes potencias. Esta tendencia se expresa en los choques comerciales, financieros y monetarios entre las principales potencias; en la formación de bloques comerciales; en las manipulaciones presupuestarias; en las disputas por la penetración en Rusia, China y Cuba; en los choques entre las principales potencias alrededor de la guerra de Bosnia o de la catástrofe africana. En esta competencia, un instrumento fundamental de cada burguesía es la liquidación de las conquistas sociales de las masas de su propio país.


 


Contra esta tendencia al agravamiento de los enfrentamientos nacionales, existe una sistemática preocupación de los estados mayores imperialistas por preservar de la crisis un precario equilibrio internacional, por el temor a provocar un estallido general. Esta tendencia se manifiesta en los acuerdos que dieron nacimiento a la Organización Mundial del Comercio; en los acuerdos monetarios y de cooperación de los bancos centrales de Estados Unidos, Alemania y Japón; en la reversión (negociada) de la agresiva tendencia devaluacionista de los Estados Unidos contra Japón; en el cuidado que han mostrado las potencias imperialistas en no provocar enfrentamientos graves con la burocracia rusa (en la cuestión de la expansión de la OTAN o, incluso, en la cuestión de la guerra en Bosnia). Esta preocupación por la preservación del precario equilibrio existente se manifiesta también en las vacilaciones de la propia burguesía norteamericana respecto de la cuestión de la formación de un "bloque comercial americano": un sector del imperialismo teme que semejante bloque además de agravar la sobreproducción en los propios Estados Unidos provoque una crisis total en sus relaciones con Europa y Japón.


 


7. De conjunto, de la contradicción entre la tendencia al agravamiento de los choques nacionales, provocada por la crisis, y la preocupación de los Estados imperialistas por preservar un cuadro de equilibrio internacional, surge la aparente situación de empantanamiento; de tiras y aflojes sin que la sangre llegue al río; de crisis que no logran resolverse, que muestra la situación internacional.


 


Este cuadro de equilibrio precario, sin embargo, es incapaz de frenar el agravamiento de la crisis, como lo revela que estos acuerdos no han logrado prevenir el estallido de la bancarrota de México, la quiebra de la banca Baring o las tormentas monetarias y financieras. Un derrumbe económico de fondo revelaría la inviabilidad de estos acuerdos y dejaría la crisis al desnudo. Aún no llegamos a ese punto, pero ésta es, sin duda, la perspectiva, porque la tendencia dominante de la crisis capitalista es a la quiebra, al estallido, a la bancarrota y al derrumbe.


 


II – Balance de la restauración capitalista


 


1. La crisis mundial que antecedió en mucho al derrumbe de los regímenes burocráticos es su verdadera causa: los regímenes burocráticos se hundieron por la terrible carga de la deuda externa, por la dislocación económica provocada por los planes fondomonetaristas aplicados para pagar esa deuda y por los levantamientos populares contra esos planes. Sus enormes contradicciones sociales convirtieron a los regímenes burocráticos en el "eslabón más débil" de la cadena mundial del sistema capitalista.


 


En los últimos 60 años, la burocracia estableció una relación social muy profunda con el imperialismo, basada en la colaboración política contrarrevolucionaria mundial y en su integración económica a la economía mundial, dominada por el capital financiero. La burocracia utilizaba esta condición intermediaria entre el capitalismo mundial y la estructura estatal creada por la Revolución de Octubre, para defender su posición privilegiada en la URSS. El PO marcó el alcance de esta integración y también sus limitaciones: las bases sociales antagónicas del capitalismo mundial y del régimen de la economía estatizada de la URSS.


 


2. En la medida en que se internacionalizaba este proceso de entrelazamiento, la burocracia debió enfrentar la reacción de las masas que creó ese entrelazamiento. En 1953, con el levantamiento obrero de Berlín Oriental, se inicia el proceso de revolución política. El levantamiento de la clase obrera polaca (en 1980) contra el intento de la burocracia de aplicar, a una escala nunca vista, los programas fondomonetaristas (de aumento de los precios y libertad de mercado, etc.) para el pago de la deuda externa, desató un movimiento de lucha nacional sin precedentes. La burocracia apareció, entonces, claramente, como un agente del capital mundial en el seno de los Estados Obreros.


 


La restauración del capitalismo es un proceso contrarrevolucionario lanzado por la burocracia empujada por la revolución política emprendida por la clase obrera, con el objeto de acabar con las conquistas sociales, liquidar la perspectiva de la revolución política y convertir sus privilegios en propiedad. Este proceso tiene un alcance mundial y abarca no sólo a la burocracia soviética y de Europa Oriental, sino también a las burocracias de China, Cuba, Vietnam y Corea.


 


3. Casi una década después, ¿cuál es el balance del proceso de restauración?


 


En Rusia, la industria y los grandes yacimientos fueron privatizados en beneficio de la burocracia; las condiciones de vida de las masas han retrocedido violentamente y la penetración imperialista es aguda. El retroceso de la economía rusa, sin embargo, es imparable: la producción industrial y agrícola cae en picada; la dependencia del endeudamiento externo es mayor que nunca y se agudizó el retraso relativo de la economía rusa respecto de la mundial. Al mismo tiempo, se mantienen vigentes las tendencias a la desintegración del Estado ruso (Chechenia, Siberia, el Extremo Oriente atraído por los tigres asiáticos, etc.).


 


El proceso de la restauración destruyó lo que quedaba en pie de las relaciones sociales heredadas de la Revolución de Octubre. La burocracia y el imperialismo, sin embargo, no han logrado establecer en Rusia un régimen de relaciones sociales que correspondan a una organización capitalista de la sociedad. Después de diez años de reformas de mercado, el mercado no es el elemento unificador de la economía rusa; ese papel de unificación lo juega la intervención directa de los Estados imperialistas. Sólo la enorme masa de créditos internacionales que recibió, le permitió sobrevivir al régimen de Yeltsin. Pero en la misma medida en que la crisis capitalista mundial y los monumentales déficits fiscales de todos los países imperialistas debilitan las posibilidades de socorro, el régimen yeltsiniano es un régimen sin salida.


 


La incapacidad de la burocracia y el imperialismo para establecer el mercado como el regulador de la vida económica y del intercambio entre los productores encierra una paradoja histórica. Actuando como defensores ideológicos del mercado y el capitalismo, los burócratas introdujeron un conjunto de reformas de mercado que han provocado una enorme destrucción de fuerzas productivas. A la inversa, actuando como partidarios de la planificación y del socialismo, los bolcheviques introdujeron un conjunto de normas mercantiles (la NEP, de 1924) que, en el marco de la dictadura proletaria, el monopolio del comercio exterior y la planificación económica, dieron lugar a una inusitada expansión económica.


 


La explicación a esta aparente paradoja radica en la oposición entre el carácter históricamente progresivo del régimen de la dictadura del proletariado (bajo el cual, los mecanismos de mercado favorecieron el desarrollo de las fuerzas productivas), y el carácter históricamente regresivo del régimen de la dictadura del capital, que sólo puede colonizar a Rusia a través de una gigantesca destrucción de fuerzas productivas.


 


4. La descomposición económica y social está provocando enormes movimientos de masa en Rusia: las huelgas de los mineros, de los obreros de la industria militar, las huelgas generales y la formación de consejos obreros y de soldados, son la expresión de un movimiento que engloba a millones de trabajadores. Las actuales movilizaciones en Yugoslavia revelan que esas movilizaciones pueden adquirir, rápidamente, un carácter revolucionario.


 


5. En Cuba también está en curso el proceso de la restauración capitalista, que se manifiesta en: a) la penetración de las inversiones imperialistas; b) las disputas interimperialistas trabadas en torno a esta penetración (ley Helms-Burton); c) la negativa a permitir la organización política y sindical de los trabajadores en forma independiente del Estado, para defenderse de la polarización social que está provocando el proceso restauracionista. En este cuadro, los acuerdos con el Vaticano que establecen la disposición de la dirección cubana a compartir el monopolio de los recursos políticos, de la propaganda y de la educación, con la burocracia vaticana, vanguardia ideológica de la contrarrevolución mundial confirman el rumbo estratégico de la dirección cubana hacia la restauración. A término, el proceso de la restauración capitalista deberá provocar, también en Cuba, conmociones revolucionarias.


6. Las contradicciones que enfrenta el proceso de restauración no sólo están referidas al interior de los regímenes burocráticos, sino al conjunto del mercado mundial, como lo revela la evolución de China.


 


La integración de China al mercado mundial alcanzó un punto en el cual, dialécticamente, se transformó de factor de contención de la crisis mundial, en su contrario, en un factor de dislocación del comercio mundial y de desorganización económica a nivel planetario. La baratura de las exportaciones chinas desplazó a los concurrentes capitalistas más débiles; la expansión del comercio chino, en un cuadro de estancamiento de la producción mundial, es un factor de deflación mundial de los precios, de aceleración de la recesión y de la tendencia a la quiebra en los países capitalistas. La mayor integración de China al mercado mundial llevando la sobreproducción a una sobresaturación de mercancías obligará a una completa reorganización del mercado mundial, un proceso que sólo puede tener lugar a través de quiebras, conmociones y enfrentamientos entre Estados.


 


7. En forma complementaria, China y Rusia revelan la debilidad del capital mundial para digerir la restauración del capitalismo en los estados obreros. En el cuadro actual de sobreproducción de mercancías y capitales, la plena reincorporación de los ex Estados obreros degenerados al capitalismo, implica un proceso brutal de destrucción de fuerzas productivas. Esto no sólo en Rusia donde este proceso se encuentra avanzado, sino también en China. En esta dirección se orienta la política del imperialismo, que veta la incorporación de China a la Organización Mundial del Comercio, a menos que Pekín acepte la plena libertad de movimientos para el capital mundial allí (con resistencias, la burocracia se encamina por esta vía, como lo revela el establecimiento de la convertibilidad del yuan).


 


Un proceso de liquidación de fuerzas productivas de tan enormes proporciones dará lugar a conmociones políticas, luchas de masas y crisis gigantescas. Esto explica el montaje de un conjunto de acuerdos armamentistas y de defensa en Asia, y la expansión de la OTAN hasta la frontera rusa, con el objeto de establecer un cerco a la desestabilización que puedan provocar estas crisis y, sobre todo, como un gigantesco gendarme mundial contra las masas chinas y rusas. Se diseña así el teatro de futuras guerras.


 


Las conquistas democráticas de las masas de Occidente que obligan al imperialismo a jugar la carta democratizante son una limitación fundamental a los intentos del imperialismo de resolver por la fuerza la cuestión de la restauración del capitalismo en los estados obreros degenerados. En la medida en que el imperialismo mundial no puede "ajustar las cuentas" con sus propios proletariados, será completamente impotente para resolver la cuestión de la restauración en los Estados obreros degenerados.


 


Esta conexión íntima entre la lucha de la clase obrera en los países imperialistas y la suerte de los procesos de restauración capitalista confirman la unidad mundial de la lucha de clases. El pronóstico de Trotsky plenamente vigente de que el carácter social de la URSS se dirimiría en la arena de la lucha de clases mundial, constituye el punto de apoyo metodológico de la caracterización del PO, de que los regímenes burocráticos que han iniciado el camino de la restauración capitalista constituyen, en el presente período histórico, Estados obreros en descomposición.


 


III – El movimiento obrero


 


1. ¿Cómo reaccionó el movimiento obrero frente al cataclismo de la crisis mundial, al hundimiento de los regímenes burocráticos y al ataque sin precedentes a sus conquistas históricas?


 


Las direcciones históricas del movimiento obrero (PS y PC) se pasaron con armas y bagajes al campo del imperialismo, es decir, al campo de la flexibilización, de la globalización, del aumento de la productividad (a costa de los obreros), de la democracia como fin en sí mismo y de la negación de la explotación social y la opresión nacional.


El mismo camino siguieron los débiles agrupamientos trotskistas internacionales, que renunciaron a la lucha por el socialismo y por la dictadura del proletariado para disolverse políticamente en el campo democratizante proimperialista.


 


2. La socialdemocracia se ha convertido en la fachada demagógica de camarillas políticas que defienden abiertamente a la burguesía y al imperialismo. El copamiento de estas viejas organizaciones por la pequeñoburguesía pro-imperialista (Felipe / Mitterrand / Craxi), ha liquidado a la socialdemocracia como partidos reformistas. No se puede, sin embargo, dar como cerrado el proceso de copamiento de estos partidos por la pequeñoburguesía proimperialista: en ausencia de partidos revolucionarios y en presencia de alzas de las masas, estas camarillas burguesas pueden ser expulsadas de esos partidos como cuerpos extraños.


 


3. Los stalinistas, a diferencia de la socialdemocracia, nunca han sido partidos nacionales de la clase obrera que expresaran la subordinación del proletariado a la burguesía de sus propios países, ni tampoco jamás tuvieron programas reformistas. Los Pcs debían su condición de partidos obreros a su dependencia histórica de la burocracia soviética, es decir, a su condición de partidos ligados a la defensa de la URSS como un Estado obrero degenerado.


El proceso de la restauración capitalista y la transformación de la burocracia en clase propietaria ha destruido a los partidos comunistas como partidos obreros. La pretensión de que los Pc se estarían socialdemocratizando que sostienen los mandelianos, otras tendencias trotskistas y los propios stalinistas reconvertidos es falsa: la función histórica del stalinismo es la destrucción de la clase obrera como clase internacional, y esa función histórica contrarrevolucionaria no tiene posibilidad de renovación. La afirmación de que los Pcs se estarían socialdemocratizando sólo sirve para caracterizar la política frentepopulista contrarrevolucionaria de los trotskistas que la sustentan.


 


Un caso particular es el del partido italiano de la Refundación Comunista, en el cual confluyen parte de la vieja dirección del Pc, los obreros que continúan reivindicándose comunistas y las tendencias democratizantes de la izquierda italiana. Por este motivo, lo consideramos un partido obrero, a pesar de que desde el punto de vista de su dirección (stalinista), de su programa y de su política (planteamiento de apoyo parlamentario al gobierno de Prodi), no se diferencia del Partido Democrático de la Izquierda (los stalinistas reciclados).


 


4. Los movimientos nacionalistas de contenido burgués o pequeñoburgués se han pasado, también, al campo de la política imperialista, es decir, al campo de la opresión nacional contra sus propios pueblos. Este giro común a los nacionalistas del CNA sudafricano, de la OLP palestina, del IRA irlandés, del FSLN nicaragüense o del FMLN salvadoreño, constituye una tendencia mundial, que revela, en última instancia, que estas corrientes eran políticamente tributarias del stalinismo, y del cuadro de coexistencia pacífica que éste había montado con el imperialismo durante la guerra fría.


 


5. El pasaje de las direcciones obreras al campo imperialista, no anula la lucha de clases ni la tendencia de los trabajadores a resistir los formidables golpes que descarga la crisis capitalista.


 


En los últimos seis meses, hemos asistido a la emergencia de huelgas y grandes movimientos de masas en todos los continentes. Los grandes proletariados mundiales en Rusia y en Europa (Francia, Alemania, Gran Bretaña, Noruega), en Canadá y en Australia han entrado en escena. En los Estados Unidos, al mismo tiempo que se desarrollan huelgas y luchas parciales, está en curso una abierta crisis de la burocracia, como consecuencia de la bancarrota de su política, que ha llevado al recambio de la dirección de la AFL-CIO y a la formación de un Partido de Trabajadores por parte de una fracción minoritaria de la burocracia; este proceso está apenas en sus inicios y son inevitables nuevas crisis, como consecuencia de la inviabilidad de la política de la burocracia de presión parlamentaria sobre el Partido Demócrata.


 


También en América Latina asistimos a un proceso de ascenso de las luchas obreras (en Argentina, Chile) y de los movimientos de masas en general (movimientos campesinos en Colombia, Bolivia, Paraguay, Brasil); de los estudiantes secundarios en Uruguay.


 


6. ¿Cuál es el balance de esta lucha de clases?


 


A pesar de la ofensiva política, social e ideológica de la burguesía, y de la colaboración de las direcciones burocráticas a nivel mundial, la burguesía no ha podido imponer los convenios Fiat-Smata al proletariado: no los han podido imponer en Estados Unidos o Canadá (lo revelan los convenios automotrices), no los han podido imponer en Alemania e, incluso, no los han podido imponer allí donde los convenios fueron aceptados por la burocracia. Sucede que no basta con hacer firmar el convenio, sino que, además, la burguesía tiene que quebrar la voluntad de resistencia de los trabajadores; en caso contrario, como lo revelan las luchas de Cormec o de los camioneros franceses, ante el menor giro en la situación, los obreros recurrirán a la lucha para combatir la flexibilización.


 


Para producir una derrota duradera de la clase obrera, la burguesía necesita imponer una completa alteración de sus relaciones políticas con el proletariado, lo que necesariamente debe manifestarse en el plano político del Estado (modificación del régimen político / liquidación de las libertades democráticas).


 


7. No se trata sólo de analizar las luchas, sino también qué modificaciones provoca la crisis en la conciencia de los trabajadores. En este sentido, señalamos que la existencia de una derrota ideológica del capitalismo en la medida que las masas ven, cada vez más abiertamente, que el capitalismo es incapaz de resolver cualquier problema que las afecte no puede menos que provocar una alteración de la conciencia de los trabajadores. El punto de partida para esa evolución, sin embargo, es muy retrasado y su ritmo lento. Los desarrollos más importantes en esta dirección Partido Laborista Socialista (Gran Bretaña) y el Partido de los Trabajadores (de Estados Unidos) muestran profundas limitaciones: amén de sus programas (nacionalista, antisocialista en ambos casos), la hostilidad a la izquierda del primero, y su negativa a romper con el Partido Demócrata, además la libertad que ha otorgado para que sus miembros votaran por Clinton.


 


En este cuadro, se registra un fenómeno novedoso: la cuestión de una dirección obrera internacional comienza a plantearse en forma objetiva como consecuencia de la crisis capitalista, de la internacionalización de los ataques capitalistas contra los trabajadores y del derrumbe absoluto de las viejas direcciones. El carácter objetivo que va asumiendo esta cuestión se revela en el hecho de que diferentes direcciones políticas han comenzado a plantear diferentes soluciones a este problema.


 


8. En este cuadro de crisis capitalista de una envergadura histórica excepcional, de crisis políticas y revolucionarias, de luchas crecientes de las masas, y de bancarrota y demolición de las direcciones históricas del movimiento obrero, el Congreso del Partido Obrero, reivindica la vigencia histórica de la IVª Internacional como el partido mundial de la lucha por la dictadura del proletariado, por la abolición de los Estados y las fronteras y por el comunismo.


 

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